sábado, 28 de agosto de 2010

La ventana II (María)

La Toyota Hilux chocada avanzaba por la ruta E-53 y la ciudad empezaba a quedar atrás. El sonido envolvente de una turbina de avión que despegaba del aeropuerto internacional “Ingeniero Taravella”, anunciaba el final del ejido municipal. Adelante, la casilla del peaje detenía momentáneamente los autos. Autos que manejaban personas de entre 25 a 50 años. Personas que habían decidido vivir fuera de la ciudad, en una parcela de tierra cerrada y aislada de la inseguridad del mundo de hoy.
A paso de tortuga la caseta devoraba monedas y billetes sin vergüenza alguna. Ellos cruzaron por la arteria de cobro manual al encender las balizas. Los cuatro en la cabina marchaban mientras la base de operaciones del comando radioeléctrico les indicaba que el occiso se encontraba en el barrio cerrado “Estancia Q2” de la localidad de Mendiolaza. Un country con servicios subterráneos de agua y luz; 73 hectáreas de campo delimitadas por hileras de añosos algarrobos, álamos carolinos, robles, plátanos y liquidámbar, todo coronado con una vista majestuosa a las Sierras Chicas en el departamento Colón.
Diariamente, mientras reposaba en su cama cerca de la ventana, sin que nadie se percatara de ello, María admiraba el cuadro apaisado que entraba en la pequeña habitación de la parte trasera de la casa.
La escena natural de grandes árboles secos sin pájaros silbando y brisas frescas del mediodía invernal, sugirió que el céfiro descompuesto que provenía de la morada se esparciera hacía los vecinos.
Giraron hacia el portal de ingreso. El barrio contenía un cerco perimetral olímpico con postes de hormigón y tres hilos de alambre de púas. Además, en cada pilar se adherían sensores de movimiento. La Hilux del CAP ploteada con el camuflaje naranja, se detuvo en el lote 31 y bajaron los cuatro. Al ingresar, María seguía acostada. Ella, una mujer de ojos pardos, tez marrón oscuro, con unas caderas bien determinadas por lo alta y buena moza que era, tenía la cabeza girada hacía la izquierda con la mirada clavada en la ventana. En el extremo de la cama el brasero se encontraba apuntando a sus pies descalzos.
La intoxicación por inhalación de monóxido de carbono le había moretoneado en parte el cuello y el cuerpo, o al menos eso creía el subcomisario, ya que por lo que habían declarado los habitantes de la casa contigua, ella, al parecer vivía sola.
Por la radio llegó la orden del cabo primero para retirar el cuerpo y llevarlo a la morgue judicial. El suboficial anotó en la planilla la salida del femenino sin vida y el caso fue caratulado como "muerte por etiología imprudente".

martes, 10 de agosto de 2010

Nariotebicen


En el Ministerio de Educación les había sorprendido que en el último censo escolar mostrara que el promedio más alto correspondía a un colegio de un pequeño poblado del interior cordobés. Las calificaciones oscilaban la media de ocho puntos en todos los cursos y ningún repitente en los diferentes años lectivos. Por esta razón, la administración nacional decidió mandar dos inspectores a cerciorar semejante desempeño, ya que buscaban postular a la mejor escuela para que la presidenta inaugurara el año del bicentenario de la patria.
Los dos fiscalizadores partieron en colectivo desde Retiro hasta la terminal de Córdoba. El viaje fue largo y Rosa, una de las encargadas de legitimar los resultados del colegio, mató el tiempo leyendo un artículo sobre los resultados del “Colisionador de Hadrones” en la revista “muy interesante”. Ella, era apasionada por la física moderna y le generaba inquietud el choque de partículas subatómicas, sobretodo si descubrían el “bosón de Higg” ó “partícula de Dios”, porque según la teoría de los científicos, de esa porción minúscula, proveía de masa a todo el universo.
Por otra parte, Eduardo, el otro elegido para inspeccionar el establecimiento punillense, tenía una idea apocalíptica sobre el tema de experimentar con el origen del “Big Bang”.
–Ya vas a ver Rosa, esa maquina va hacer que el mundo cambie para mal. –decía con una mueca alarmista en su cara y con un tono de voz alto, ya que tenía puestos en los oídos los auriculares de su Ipod, escuchando las viejas versiones musicales de Alejandro Lerner, Serrat ó Alberto Plaza.
Al llegar a la sala de embarque mediterránea, luego de diez horas de viaje en bus. Debieron hacer transbordo en un micro interurbano que se dirigiese a la ciudad de Cruz del Eje, se sabía que la institución se encontraba en las cercanías. Eduardo, se dirigió hacía la boletería de la empresa “Ciudad de Córdoba”, pregunto por la localidad de Bartolomé Mitre y nadie supo contestarle, entonces indagó por la escuela “Libertador Domingo Perón”. Un chofer recordó que solía llevar a un par de chicos a ese seminario, pero no sabía realmente donde quedaba, sólo tenía en claro que los niños bajaban en la Ruta 38 a unos 23 kilómetros de la ciudad de Cruz del Eje.
Partieron y los examinador descendieron donde el conductor les dijo. Caminaron a campo adentro por una acequia polvorienta durante treinta minutos, cansados de estar sentados en los colectivos, ambos se sintieron a gusto estirando las piernas por un rato. Luego de un par de kilómetros encontraron a un baquiano que le supo indicar donde quedaba la comuna llamada Bartolomé Mitre. Aseguró que no figuraba en ningún mapa porque la escuela es la única construcción que se erige en la punta del cerro serrano. Además, comentó que Bartolomé Mitre, era un empresario sojero de la zona y dueño de las tierras donde se levantaba la escuelita y no un poblado.
Luego de los saludos pertinentes con aquel buen hombre, Rosa divisó una aureola brillante flameando por el firmamento del cielo, sin darle mucha importancia los dos marcharon hacía el “Libertador Domingo Perón”. Al llegar a la punta de la montaña, encontraron un rancho roído por el tiempo y rodeado por un pastizal alto y seco. El frío, azotaba en la zona sin dar tregua.
Ingresaron al establecimiento y se encontraron con una pulcritud y una organización envidiable; en el hall central, la directora del instituto los esperaba con un té calentito. Saludó cordialmente y sin perder tiempo invitó a los oficiales que relevaran los diferentes cursos. Entraron al cuarto grado y Eduardo distinguió que el manual de estudia llevaba por nombre “Perro Santillán”, en vez de “Santillana” y que el bloc de hojas rayadas “Rivadavia”, aparecía bajo el nombre de “Menem”.
Rosa, también se percató que las imágenes del padre de la patria sobre el pizarrón, era el de “Juan Domingo Perón” y que al lado se extendía un mapa planisferio de de las Islas Malvinas, con el retrato de San Martín como general de aquella contienda. Atónitos una y otro, se miraron sin comprender que ocurría, la regente le hizo una seña con su mano derecha para que la siguiesen a la sala de tecnología. Quería mostrarles y agradecerles a los dos examinadores por el importante aporte que la nación hacía con las herramientas informáticas. Se asomaron al gabinete y vislumbraron las maquina de escribir portátil “Olivetti Lettera 42”.
Uno de los preceptores irrumpió en la aula llamando urgente a la directora para que se dirigiese a la sala de los maestros, ella se disculpó y obligó al dúo que la acompañase. El personal estaba reunido alrededor de un viejo televisor con armazón de madera en blanco y negro, marca Grundig, sintonizaba la señal de cadena nacional y mostraba al presidente Bartolomé Mitre anunciando la “Guerra de la Triple Alianza”. Pasmada, Rosa observó por la ventana lateral de la habitación una nueva aureola brillante que flameaba en el firmamento.
El “Colisionador de Hadrones” vino a la mente de ella y recordó las palabras de Eduardo en el ómnibus sobre como iba a cambiar el mundo por ese aparato ambicioso. Sacó de su bolso la revista y ojeó el texto una vez más, los científicos afirmaban que era un paso clave para estudiar la materia y saber por qué el mundo es como lo vemos.

Por el libro de Cumbio, intentó asesinar al “tuerto” de La Sonora de Bruno Alberto

Leyó en el diario la noticia de que la viuda de Lennon se oponía a que Mark Chapman recobrara la libertad condicional por dispararle al líder de los Beatles en 1980. Cerró "La Voz del Interior" y tras las rejas de Bower, pensó que él también tendría que pedir su absolución carcelaria.
Mario purgaba condena por intentar asesinar al “tuerto” Wirzt, cabecilla de La Sonora de Bruno Alberto en la puerta del hotel alojamiento “Madrid” de calle Obispo Trejo. El tribunal accedió a una junta para evaluar las condiciones psíquicas de él, con la intención de otorgarle el beneficio del 2 por 1.
Se sentó frente al tribunal con su remara del “Ché” y una biblia entre sus manos, recorrió con la vista la sala hasta posarla frente a los consejeros y dijo:
-Siento que ahora, luego de 3 meses del hecho, tengo la comprensión de mis actos y estoy avergonzado, pido disculpa, lamentando el daño ocurrido, pero he cambiado.
Bajó la mirada hacía su biblia un momento y continuó con su excusa:
-Recuerdo que esa mañana de enero compré un ejemplar de “Yo soy Cumbio”, en la librería el Ateneo de General Paz. Escuchaba en mi mp3 el tema de La Sonora “tu tienes que entregármelo”. Rápidamente abrí el libro y escribí en la primera página “Bien ahí, va mi confesión”. –comentó riéndose de lo escrito.
Mario era hipocondríaco, evitaba todo contacto con temas relacionados a la medicina o enfermedades, ya que con cualquier referencia empezaba a padecer síntomas como derrames sanguíneos, tos, arcadas y falencias físicas. Gracias Sergio por tus ganas, estoy de vuelta. Tuve un par de días agitados en el trabajo. Un abrazo Amigo y que estés bien.
Claro que esto no ocurría cuando ya pasaba el cuarto vaso de fernet. Los indicios eran otros, pronunciaciones con ritmos pausados y timbre agudo, palizas dolorosas que le propinaban luego de las homilías descaradas y gallardas que bravuconeaba a toda mujer. Sin embargo, los restos polvorientos que quedaban en el vaso y su nariz, le brindaban una noche de comparsas y lugares platónicos. Deambulando por lo general entre diarios y radios, pero como suceso policial.
Reflexionó y con un tono más serio prosiguió con su visión de los hechos:
-Me acuerdo que el “tuerto”, luego de bajar del escenario del boliche Palmira Seniors, abrazó a Coyo Eno, una piba lánguida sin curvas, con flequillo rubio (similar a Sailor Moon), vestida con pollera corta sin volados, medias larga (de fútbol con los colores de Talleres) sobre las rodillas y una musculosa de los Power Ranger; ella era hija del coreano Chuni, dueño de un supermercado en la esquina de Corriente e Ituzangó.
Logré estrecharle la mano y que me firmase un ejemplar de su disco “Cuando debuté”, pese a ello, seguí a la pareja hasta el telo Madrid. Esperé alrededor de tres horas en la puerta del mueble. Cuando salieron, desde la vereda del frente llamé al “tuerto”, al darse vuelta le disparé cuatro corchazos, dos impactaron en las piernas, uno en el hombro y el último en la maseta de entrada del alberge transitorio. Permanecí un momento en la escena, ingerí una pastilla de menta y corrí hacía un baño químico de una edificio en construcción en la esquina de Trejo y Laprida. Me senté en el inodoro con tapa asiento de plástico, tubo de ventilación de 4 pulgadas reforzado con fibra de vidrio y saqué el ejemplar de “Yo soy Cumbio”. Lo leí recordando los consejos del curso de yoga que asistía dos veces a la semana. -finalizó a la vez que respiraba profundo mientras los provisores lo observaban.
Mario, le explicó al tribunal que hacía muchos años que tenía la necesidad de matarlo a él, sobretodo después de escuchar el disco “Pérez-Troika”, el coro del estribillo en las canchas y en las manifestaciones del país, era insoportable. Además, intentó suicidarse de manera infructuosa al leer la biografía de la niña fotolog, porque no podía imitar la vida de ella.
El triunvirato lo detuvo y decidió concertar unos minutos, para luego releer un pasaje del libro donde decía “Yo me llamo cumbia, yo soy la reina por donde voy (...) mi piel es morena como los cueros de mi tambor”. Una vez finalizado, decidieron que era aceptable el intento de suicidio e homicidio al constatar que el libro y el tema “La canoa”, fue sin duda el éxito más nefasto que le dio popularidad a la joven de la webera y a la banda. Sin vestigio de algún otro triunfo radiofónico o textual, bastó con la frase "y ahora, y ahora, que nos chupen bien las....”. Gracias a dios alguien intentó hacer justicia pensaron los calificadores y firmaron la absolución.

lunes, 2 de agosto de 2010

Hubiera querido saberlo antes (El tártaro)

Carola tenía 18 años y preparaba los cuerpos fallecidos que viajaban al Hades, ó por lo menos así lo pensaba. Sabía del silencio y del sueño metódico que rendía frutos en los brazos tiernos de los difuntos. La creatividad para ella, era una mirada, un frenesí de baboseos, una inquietud sin tiempo en el lugar mas profundo de todos. El tártaro.
La farsa glamorosa y melancólica que pesaba en el idealismo irónico y corrupto paterno, le denostaba asco. Ella, conocía la capacidad universal del alma, y también la vehemencia de la condición humana. Estoicamente, Carola, fue hasta el Olimpo en un día lluvioso, tardó algunos meses regresar a su casa y cobrar ahínco. Sus lágrimas se volvieron bronce y detuvieron el tiempo.
El patriarca, sin cambio alguno, se asemejaba a aquellos perros de la calle que han perdido el rastro y el sentido de guardián, convirtiéndose en un rabioso depredador de nenas que ostentan el perfume cándido, inocente y virginal. Así, limpiándose los mocos con el puño del pullover, Carola recordó que él mientras le hablaba, siempre la miraba con lujuria y le susurraba amenazas al oído, obligándola a satisfacer los instintos más macabros y desagradables.
Día y noche despotricaba contra el cielo por tanta misericordia permitida. Entre una de tantas pesadillas absurdas que atormentaba su ser, vislumbró la gota que colmo el vaso. Ella, se había enterado que su progenitor arriaba ovejas de jardín en jardín con su transporte escolar, sin que el periódico sobre la mesa y la televisión, lo denunciara.
La odisea cobró sentido diciéndose:
-Hubiera querido saberlo ante; sí lo hubiera visto, olido, palpado ó asimilado. Seguramente afuera no crecería un mundo pleno de perversión.
-Mi padre es una personalidad malvada y cruel. –se dijo con seguridad.
Tras ese pensar, fue hasta la cocina donde estaba él. Tomó una sábana del lavarropa y amarrándolo con un nudo en la garganta, le clavó el escalpelo en la nuca. El cuerpo se desplomó lentamente hasta quedar tendido sobre los mosaicos en nock out. Carola se refregó las manos en el pullover una vez, volvía a agarrar el escalpelo y con fuerza lo desclavó de la cabeza sufrida.
Quizás, por el interés en la mitología del señor de los infiernos, el cielo se le hizo visible en sus ojos, y con melodías de deseo preparó el brazo paterno mientras fileteaba la dermis muerto y exhumado.