sábado, 23 de marzo de 2013


Te sentías bien, aunque eran las once de la noche y el final del día se acerca. Te recostaste sobre la alfombra del living rodeada de los almohadones abotonados y con borlas flecadas. Hoy en el trabajo te tuvieron de aquí para allá haciendo esto y lo otro y las pantorrillas no te dan más. Esbozas una sonrisa mientras las masajeas lentamente, tu cuerpo se va relajando y el titilar del velador provoca que tus ojos se cierren. Recordas que cuando eras niña mirabas al cielo imaginándote lo que serías de grande; planeabas ese recorrido hasta la vejez junto al príncipe azul viviendo en un chalet rodeado de árboles silvestre.
Ahora abrís los ojos y esa niña tiene que improvisar para vivir el día a día acompañada de un plebeyo en un monoambiente de concreto macizo.

jueves, 7 de marzo de 2013


El otro día pedaleabas sobre la ruta mientras los autos te pasaban como hojas secas que empuja el viento hacia ningún lugar. Sonreías, aunque te costaba mantener el equilibrio ante la velocidad y el asfixiante olor a gas oil. Sin embargo, no te molestaba ya que en el morral llevabas un racimo de peperina fresca que te sacaría el regusto al llegar. De frente, sobre el final de la curva un monstruo de dieciocho ruedas avanzaba recolectando mantis religiosas sobre el parabrisas, el bufido al rebasarte no te achico y como una tenaza apretaste los muslos contra el cuadro de la bici para que no te tirara a la banquina. 
Continuaste, despeinada pero sonriente.