jueves, 4 de abril de 2024

IV

Los ojos se mueven por la excitación de los cuerpos, se empeñan en capturar el tiempo en cada movimiento. Lo que miran, en definitiva, no es tanto la figura de la joven perdida en el ruido de la pasión, como la propia monstruosidad que la habita. Ya que no la esconde ni la sobreactúa, es solo un golpe ilusorio que la transforma en la necesidad del deseo. Y en el camino vívido comienza a tener extrañas visiones y la inevitable sensación de que algo no es real. 
Segundos después un fantasma extemporáneo se toma su tiempo para poner en evidencia y con elegancia clásica la euforia de eludir aquellos tiempos de terror hasta que llegue la belleza de la amargura y así le dé la bienvenida al olvido. 
Una falla en tiempo y espacio aporta más confusión que miedo, es como que debajo de una capa acuosa comienza a emanar gas y hay que actuar con un humor sesgado frente a situaciones banales y casuales. El respaldar de la cama asordina la voz de la joven y tras un parpadeo se acaba la noche sin caer en obviedades.