jueves, 9 de noviembre de 2017

It girls

Gran parte del día siempre estaba solitario y quisquilloso. En cambio, por la noche dejaba de ser un cascarrabias mientras trabajaba en las fotografías que capturaba con mi cámara. La esencia y el espíritu rebelde de esas imágenes me trasladaban a un territorio caliente, en donde se hallaba la memoria más primitiva.
No era fotógrafo profesional, pero conjugaba formas tradicionales con nuevas expresiones o algo así me decía la Negra Valdivia.
Ella vivía en frente de casa dentro de un garaje húmedo de sudor y de sonidos punk rock; pero llenos de deseos y sensaciones que liberaban el prejuicio. Ya que se juntaban todos los viernes a la noche, un grupito de “It girls” que se paseaban vestidas con unas culotes con motivos divertidos y remeras ajustadas que les marcaban sus nalgas pomposas.
Verlas a las chicas me hacía pensar que la cultura no es atributo exclusivo de la burguesía “cool” si no por el contrario, el de las masas sudorosas rezando por un poco de “fiesta, fiesta”.
Las chicas llegaban en patinetas o bicicletas y se agolpaban dentro del garaje escuchando música de The Clash o Sex Pixtols. Ellas bailaban y gritaban mientras los culotes blancos “pogeaban” entre sí.
Yo las fotografiaba con mi Kodak Instamatic, la transparencia del visor ocular es una invitación a mirarlas, a retratarlas, a convertirme en un voyerista.
Mi pija aprieta los pantalones y me inclino para quitármelos. Una de las chicas lame las piernas de la negra avanzando hacia arriba hasta llegar a su vagina; la cámara no deja de capturar imágenes de como la negra destila jugos empapándose su culote. La “It girls” arrodillada le quita la prenda y empieza a comerle la vagina y luego deslizándose suavemente para abajo llega a la raja del esfínter y lengüetea más fuerte con la punta.
El disparador de la cámara se traba, necesito una cerveza y el abrazo de alguien de mi mismo género.

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