domingo, 25 de enero de 2009

Sin, vergüenza!

Esperó la llamada que le indicaría donde presentarse, siempre con ella era así, un café, un banco bajo la sombra del álamo plazero, una esquina transitada por un cúmulo de personas ajenas en la vida de cualquiera, situaciones y lugares poco cómodos. Él lo sabía, pero la cadena de flores dura de romper, que llevaba por corazón no quería aceptar la realidad inevitable.
La sensación que ella emanaba al tratarlo a él, se asemejaba a un artículo mobiliario adquirido necesario para que la acompañe a ciertos establecimientos urbanos. Por propio pundonor, no dejó de arrastrar sus penas hasta el punto de ser poco solidario con su propio honor.
Sonó el teléfono, sentado mientras fumaba indolentemente contestó desde el sillón, otro sitio inhóspito, otra hora inusual y ningún ser alrededor de ellos. Superó el aliento y lo afronto diciendo, No!, la vergüenza era de ella, cortó y salí del cuarto.
Sin amor y sueño, pagó un par de pesos a las arpías lujuriosas, se volcó sobre la espalda de la que tenía los muslos al aire, le levantó las faldas y apretó instintivamente!.

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