martes, 10 de agosto de 2010

Nariotebicen


En el Ministerio de Educación les había sorprendido que en el último censo escolar mostrara que el promedio más alto correspondía a un colegio de un pequeño poblado del interior cordobés. Las calificaciones oscilaban la media de ocho puntos en todos los cursos y ningún repitente en los diferentes años lectivos. Por esta razón, la administración nacional decidió mandar dos inspectores a cerciorar semejante desempeño, ya que buscaban postular a la mejor escuela para que la presidenta inaugurara el año del bicentenario de la patria.
Los dos fiscalizadores partieron en colectivo desde Retiro hasta la terminal de Córdoba. El viaje fue largo y Rosa, una de las encargadas de legitimar los resultados del colegio, mató el tiempo leyendo un artículo sobre los resultados del “Colisionador de Hadrones” en la revista “muy interesante”. Ella, era apasionada por la física moderna y le generaba inquietud el choque de partículas subatómicas, sobretodo si descubrían el “bosón de Higg” ó “partícula de Dios”, porque según la teoría de los científicos, de esa porción minúscula, proveía de masa a todo el universo.
Por otra parte, Eduardo, el otro elegido para inspeccionar el establecimiento punillense, tenía una idea apocalíptica sobre el tema de experimentar con el origen del “Big Bang”.
–Ya vas a ver Rosa, esa maquina va hacer que el mundo cambie para mal. –decía con una mueca alarmista en su cara y con un tono de voz alto, ya que tenía puestos en los oídos los auriculares de su Ipod, escuchando las viejas versiones musicales de Alejandro Lerner, Serrat ó Alberto Plaza.
Al llegar a la sala de embarque mediterránea, luego de diez horas de viaje en bus. Debieron hacer transbordo en un micro interurbano que se dirigiese a la ciudad de Cruz del Eje, se sabía que la institución se encontraba en las cercanías. Eduardo, se dirigió hacía la boletería de la empresa “Ciudad de Córdoba”, pregunto por la localidad de Bartolomé Mitre y nadie supo contestarle, entonces indagó por la escuela “Libertador Domingo Perón”. Un chofer recordó que solía llevar a un par de chicos a ese seminario, pero no sabía realmente donde quedaba, sólo tenía en claro que los niños bajaban en la Ruta 38 a unos 23 kilómetros de la ciudad de Cruz del Eje.
Partieron y los examinador descendieron donde el conductor les dijo. Caminaron a campo adentro por una acequia polvorienta durante treinta minutos, cansados de estar sentados en los colectivos, ambos se sintieron a gusto estirando las piernas por un rato. Luego de un par de kilómetros encontraron a un baquiano que le supo indicar donde quedaba la comuna llamada Bartolomé Mitre. Aseguró que no figuraba en ningún mapa porque la escuela es la única construcción que se erige en la punta del cerro serrano. Además, comentó que Bartolomé Mitre, era un empresario sojero de la zona y dueño de las tierras donde se levantaba la escuelita y no un poblado.
Luego de los saludos pertinentes con aquel buen hombre, Rosa divisó una aureola brillante flameando por el firmamento del cielo, sin darle mucha importancia los dos marcharon hacía el “Libertador Domingo Perón”. Al llegar a la punta de la montaña, encontraron un rancho roído por el tiempo y rodeado por un pastizal alto y seco. El frío, azotaba en la zona sin dar tregua.
Ingresaron al establecimiento y se encontraron con una pulcritud y una organización envidiable; en el hall central, la directora del instituto los esperaba con un té calentito. Saludó cordialmente y sin perder tiempo invitó a los oficiales que relevaran los diferentes cursos. Entraron al cuarto grado y Eduardo distinguió que el manual de estudia llevaba por nombre “Perro Santillán”, en vez de “Santillana” y que el bloc de hojas rayadas “Rivadavia”, aparecía bajo el nombre de “Menem”.
Rosa, también se percató que las imágenes del padre de la patria sobre el pizarrón, era el de “Juan Domingo Perón” y que al lado se extendía un mapa planisferio de de las Islas Malvinas, con el retrato de San Martín como general de aquella contienda. Atónitos una y otro, se miraron sin comprender que ocurría, la regente le hizo una seña con su mano derecha para que la siguiesen a la sala de tecnología. Quería mostrarles y agradecerles a los dos examinadores por el importante aporte que la nación hacía con las herramientas informáticas. Se asomaron al gabinete y vislumbraron las maquina de escribir portátil “Olivetti Lettera 42”.
Uno de los preceptores irrumpió en la aula llamando urgente a la directora para que se dirigiese a la sala de los maestros, ella se disculpó y obligó al dúo que la acompañase. El personal estaba reunido alrededor de un viejo televisor con armazón de madera en blanco y negro, marca Grundig, sintonizaba la señal de cadena nacional y mostraba al presidente Bartolomé Mitre anunciando la “Guerra de la Triple Alianza”. Pasmada, Rosa observó por la ventana lateral de la habitación una nueva aureola brillante que flameaba en el firmamento.
El “Colisionador de Hadrones” vino a la mente de ella y recordó las palabras de Eduardo en el ómnibus sobre como iba a cambiar el mundo por ese aparato ambicioso. Sacó de su bolso la revista y ojeó el texto una vez más, los científicos afirmaban que era un paso clave para estudiar la materia y saber por qué el mundo es como lo vemos.

No hay comentarios: