martes, 10 de agosto de 2010

Por el libro de Cumbio, intentó asesinar al “tuerto” de La Sonora de Bruno Alberto

Leyó en el diario la noticia de que la viuda de Lennon se oponía a que Mark Chapman recobrara la libertad condicional por dispararle al líder de los Beatles en 1980. Cerró "La Voz del Interior" y tras las rejas de Bower, pensó que él también tendría que pedir su absolución carcelaria.
Mario purgaba condena por intentar asesinar al “tuerto” Wirzt, cabecilla de La Sonora de Bruno Alberto en la puerta del hotel alojamiento “Madrid” de calle Obispo Trejo. El tribunal accedió a una junta para evaluar las condiciones psíquicas de él, con la intención de otorgarle el beneficio del 2 por 1.
Se sentó frente al tribunal con su remara del “Ché” y una biblia entre sus manos, recorrió con la vista la sala hasta posarla frente a los consejeros y dijo:
-Siento que ahora, luego de 3 meses del hecho, tengo la comprensión de mis actos y estoy avergonzado, pido disculpa, lamentando el daño ocurrido, pero he cambiado.
Bajó la mirada hacía su biblia un momento y continuó con su excusa:
-Recuerdo que esa mañana de enero compré un ejemplar de “Yo soy Cumbio”, en la librería el Ateneo de General Paz. Escuchaba en mi mp3 el tema de La Sonora “tu tienes que entregármelo”. Rápidamente abrí el libro y escribí en la primera página “Bien ahí, va mi confesión”. –comentó riéndose de lo escrito.
Mario era hipocondríaco, evitaba todo contacto con temas relacionados a la medicina o enfermedades, ya que con cualquier referencia empezaba a padecer síntomas como derrames sanguíneos, tos, arcadas y falencias físicas. Gracias Sergio por tus ganas, estoy de vuelta. Tuve un par de días agitados en el trabajo. Un abrazo Amigo y que estés bien.
Claro que esto no ocurría cuando ya pasaba el cuarto vaso de fernet. Los indicios eran otros, pronunciaciones con ritmos pausados y timbre agudo, palizas dolorosas que le propinaban luego de las homilías descaradas y gallardas que bravuconeaba a toda mujer. Sin embargo, los restos polvorientos que quedaban en el vaso y su nariz, le brindaban una noche de comparsas y lugares platónicos. Deambulando por lo general entre diarios y radios, pero como suceso policial.
Reflexionó y con un tono más serio prosiguió con su visión de los hechos:
-Me acuerdo que el “tuerto”, luego de bajar del escenario del boliche Palmira Seniors, abrazó a Coyo Eno, una piba lánguida sin curvas, con flequillo rubio (similar a Sailor Moon), vestida con pollera corta sin volados, medias larga (de fútbol con los colores de Talleres) sobre las rodillas y una musculosa de los Power Ranger; ella era hija del coreano Chuni, dueño de un supermercado en la esquina de Corriente e Ituzangó.
Logré estrecharle la mano y que me firmase un ejemplar de su disco “Cuando debuté”, pese a ello, seguí a la pareja hasta el telo Madrid. Esperé alrededor de tres horas en la puerta del mueble. Cuando salieron, desde la vereda del frente llamé al “tuerto”, al darse vuelta le disparé cuatro corchazos, dos impactaron en las piernas, uno en el hombro y el último en la maseta de entrada del alberge transitorio. Permanecí un momento en la escena, ingerí una pastilla de menta y corrí hacía un baño químico de una edificio en construcción en la esquina de Trejo y Laprida. Me senté en el inodoro con tapa asiento de plástico, tubo de ventilación de 4 pulgadas reforzado con fibra de vidrio y saqué el ejemplar de “Yo soy Cumbio”. Lo leí recordando los consejos del curso de yoga que asistía dos veces a la semana. -finalizó a la vez que respiraba profundo mientras los provisores lo observaban.
Mario, le explicó al tribunal que hacía muchos años que tenía la necesidad de matarlo a él, sobretodo después de escuchar el disco “Pérez-Troika”, el coro del estribillo en las canchas y en las manifestaciones del país, era insoportable. Además, intentó suicidarse de manera infructuosa al leer la biografía de la niña fotolog, porque no podía imitar la vida de ella.
El triunvirato lo detuvo y decidió concertar unos minutos, para luego releer un pasaje del libro donde decía “Yo me llamo cumbia, yo soy la reina por donde voy (...) mi piel es morena como los cueros de mi tambor”. Una vez finalizado, decidieron que era aceptable el intento de suicidio e homicidio al constatar que el libro y el tema “La canoa”, fue sin duda el éxito más nefasto que le dio popularidad a la joven de la webera y a la banda. Sin vestigio de algún otro triunfo radiofónico o textual, bastó con la frase "y ahora, y ahora, que nos chupen bien las....”. Gracias a dios alguien intentó hacer justicia pensaron los calificadores y firmaron la absolución.

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