viernes, 21 de enero de 2011

Se acabó el mito que nos hacía sentir completo ya que luego de dieciocho lunas, el gritos se ahogo

El viento áspero se quiebra en mi nuca cimentándome un dolor en el pecho. Vuelvo loco con mis pensamientos dejando atrás la huella de ser un otario. Transito la recta del santo y la brisa con olor a algas, me acompaña. El eco del ronroneo y la vibración del Aleko retumban en los añejos ladrillos del horno histórico. A medida que acelero, intuyo que el rechinar de la marcha cuando entra en tercera, no se escuchará más por el paraje.
–Me asfixia la tristeza y la desilusión ante la sordidez y la indiferencia (…), las palabras disfrazadas de sentimientos inexistentes se desvanecen como el humo que exhalas cada vez que haces una pitada. –dijo.
Me doy cuenta entonces, que no cruzaré más los barrios cerrados, tampoco los caminos sinuosos de los sierras chicas, ni el gran lago; la flor de Busto no me recibirá y la santa virgen no me acogerá bajo su poncho serrano.
Rebajo la marcha ante la procesión folklórica de autos y los moscardones verdes que se aferran a la parilla delante del radiador, me vaticinan que no comeré más los pollos de corral, que mis pies dejaran de pisar el agua fresca encerrada entre el pedrusco cause como guarda rail debajo de la casas de los locos, y que las jaurías de cucos y cuquitos no me ladraran y mearan las llantas del Aleko, nunca más.
Resoplo por el desconsuelo reverso de nuestro amor. Afuera las sombras metálicas avanzan en trancos cortos tras poner primera. El pataleo insistente de la mantis religiosa para hacer pie en el parabrisas, me advierte que allá, sobre el monte dulce, el cristo no vigilará más el andar de este a oeste y de norte a sur que el Aleko automáticamente recorría.
Punto muerto de nuevo. Adelante, el sable luminoso de la caminera decidiendo quién pasa o quién se queda ya no servirá más como talismán. La venia aprobatoria hace que atraviese y mire por última vez la pradera, el sueño Ingalls se desvanece, se esfuma como el humo exhalado del cigarrillo. Coloco primera y miro para arriba, sobre el tapizado gris del Aleko que la luna ya no brillará.

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