lunes, 23 de marzo de 2009

Con tal de no apagarse



Amontonado en alguna esquina entre cenizas y humo,
con la necesidad urgente de sentir el calor perpetuo de tú piel,
encendí un cigarrillo.
Tiritando con ese aire frío de los mediodías helados
y la apremiante ansia de fundirme en tú brazos
que oxigena el aire y lo transforma en un perfume de ensueño,
apuro con otra pitada.
Camino hasta el fondo de las horas
con un temblor que me envuelve
todo el cuerpo,
atormentado con la avidez de besarte incansablemente.
Me pregunto si se dará cuenta de cuanto es mí deseo
y cuanto me apasiona acariciar su flor sensible.
Exhalo el tabaco y tiro la colilla,
una gota lo apaga,
otra resuena en mí cabeza.
Enderezo el timón y sigo la marcha,
mientras los árboles y las plantas
se superponen en figuras planas
sin que tu imagen se apague.

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