miércoles, 7 de abril de 2010

Sombras de papel!

En cinco momentos de soledad eventual observé como tropiezan diferentes piezas espontáneas del alma por las calles de la ciudad: en dos baldosas, el miedo; en la senda peatonal del bulevar, el deseo; en el zaguán de la derruida casa chorizo en barrio Alberdi, el sueño; en el banco revestido por el clarín de guerra de la plaza Gutemberg, la felicidad; y en el matorral del basurero a cielo abierto de un baldío, la nada.
La dualidad clásica de un toque personal que encuentro por el recorrido suburbano de los ríos anchos donde el pescado es traído desde Taiwán, me deja una composición autodidáctica de interiorizar chatarra, mientras me siento en el porche de un rancho ajeno retratando los pecados con una tuca que Martín Fierro nunca fumó.
Uno nunca viajó por Europa, pero tampoco el misterioso Mozart transitó los páramos y llanos de Latinoamérica con clave en Sol. Y sólo en los humedales de concreto viejo tuvo la capacidad de darle vida a un barómetro de cola. Aquí, absorbemos la sopa y leemos como un cíclope las bitácoras forasteras en un patio ó en un bar, sin embargo olvido que existen para nuestro rescate personal!.

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