martes, 6 de julio de 2010

La protesta del Che, Zeppeling y Paco de Lucía

-¿Qué se puede hacer para evacuar los intestinos con mayor frecuencia? ¿Y sí, tomo laxantes ó será peligroso? -pensaba silenciosamente mientra mantenía la cabeza gancha mirando el suelo del auto mugriento y cantando mentalmente “Hay una dama que asegura que es oro todo lo que reluce y está comprando una escalera al cielo”.
En otro sitio, allí, donde el alquitrán y la sangre se funden espesamente, comenzó la protesta. Nos detuvieron clandestinamente por el miedo que el día a día cruelmente arrasaba como tsunamis demoledores sin control. Una arenga colectiva impulsó la marcha. El que iba a la cabeza escupía rabia, mientras desplegaba una tripulación de emociones vehementes, el resto, acompañábamos hambrientos de justicia enfundando al “Che” como estandarte.
Adelante, el cordón policial no dejaría avanzar a la columna. Enfrentarse al enemigo que devoraba los corazones de jovencitas y don nadies solitarios, fue irremediable.
El ansia, las gomas y los bastones culminaron con una estresante y salvaje sociedad urbana. El Negro en la huida golpeó a un efectivo policial que cumplía adicionales en un banco de La Cañada, por la confusión el R4 en que nos movilizábamos inesperadamente quedó varado cruzando la avenida Colón en medio de un transito caótico a esa hora de la mañana.
Bajamos del auto y corrimos hasta refugiarnos en la casa de una mujer. Durante horas debimos permanecer allí, ya que la policía realizaba rastrillaje permanente por toda la zona. Manteníamos en cautiverio a una anciana que vivía sola dentro de un departamento deteriorado y antiguo. La disfunción gástrica que padecía no me dejaba recapacitar. Parecía una mañana interminable.
La señora asustada intento explicarnos que no tenía nada de valor en la casa, el Negro con nerviosismo le advirtió que no queríamos robarle nada, si no escondernos hasta que la policía dejase de buscarnos. Aliviada la mujer nos ofreció un poco de agua y puso el long play “Río ancho” de Paco de Lucía, nos miró y pidió que le explicásemos porque nos perseguían.
El Negro, un militante pasional por los derechos humanos le contó cuál había sido el problema. Relató que manifestábamos por la democracia arrebatada a un país continental hermano y como el imperialismo del norte manejaba la política de nuestras naciones conflictivas, además también, nos manifestábamos por la persecución, discriminación y represión que ejercían las fuerzas del orden estatal contra las minorías en la ciudad.
Expuso los conflictos del orden social que generaba el capitalismo y el cambio social que producía, el individualismo, la lucha de clase, los desposeídos y la necesidad de una sociedad más justa. La geronte escuchó silenciosamente lo que el Negro expresaba, una vez que él finalizó, ella, comentó que a un vecino de nacionalidad paraguaya había recibido una paliza por parte de unos agentes del comando radioeléctrico. Un golpe fuerte se escuchó en la entrada del departamento justo cuando hablaba ella y Río ancho terminaba de sonar.
Tres guardias de infantería ingresaron con escopeta, escudo, perro y casco, ordenaron que nos tirásemos al suelo con las manos en la cabeza. Nos arrinconaron contra una esquina de la casa y nos emprendieron a punta de pie sobre nuestras cabezas, sangramos por boca y nariz al mismo tiempo que nos arrastraron por el suelo. Una vez afuera nos depositaron en un móvil policial hacia encausados, el dolor estomacal continuó en aumento. Repiqueteaba en la radio “Stairway to heaven” de Led Zeppeling y me vino a la cabeza la imagen de esa buena mujer. -ella sí compro una escalera al cielo. -pensé. Aunque, como siempre luego de la marcha. No conseguimos nada.

No hay comentarios: