miércoles, 7 de julio de 2010

Diente libre en la parrilla Do Santo

Marchó hacía la plazoleta Carlos Gardel para encontrarse con Rony y El Picante, dos medios hermanos que vivían en villa La Tela e hijos de Marita, una mujer que sostenía un comedor infantil y de un changarín conocido como el “Tomate”, famoso porque fue encontrado bajo una zanja cubierta de portland en la zona de la Circunvalación hace un par de años. El “Niño” Pintos, descendió del R8 en la parada de calle Belgrano y se dirigió a la intersección con Cañada donde los medios hermanos se encontraban esperando bajó la estatua de mármol erguida del cantor arrabalero. En la mano derecha llevaba las estampitas del Gauchito Gil, San La Muerte y de otros patronos populares para no levantar sospecha, en tanto que la izquierda empuñaba un Nokia Palm 650 donde sonaba “Bailarín asesino” de Kapanga. Saludó al dúo y guardo el “chiche” en el bolsillo izquierdo del pantalón, agarró la tuca de marihuana que estaban fumando los muchachos, la pito tres veces y la devolvió.
Había que laburar por la zona de Nueva Córdoba dijo el Nene mientras se acomodaba la entrepierna. Prosiguió, invitándolos a que fueran a visitar “La Parrilla Do Santo”. A esa hora estarían haciendo la caja, suponía Pintos y la guita sería segura. Rony dubitativo, intentó persuadirlos para que no fueran a bajar el restaurante porque tenía un vigilante y todos sabían de lo intocable que era el parrillero. Les recordó que el “Manteca”, conocido punga de Villa La Tela, lo intentó en dos ocasiones y fue guardado en ambos casos, en la segunda lo acuchillaron en una riña dentro del pabellón. El Niño Pintos, con una mueca de soberbia en su cara y tras darle de nuevo dos pitadas cortas a la tuca, gritó que el Manteca era un perejil.
En cinco minutos estaban encañonándolo al parrillero. Tomaron 2 mil pesos y una tira de asado. Corrieron hacía la Cañada nuevamente y atrás de una Tipa se manducaron la carne seca, ni el Gauchito Gil ó San La Muerte los salvo de la mala jugada. El guardia junto a dos policías venían trotando por la vereda opuesta, picaron sin dudarlo hacía el río Suquía.
–¡Para, para! ¡No doy más! –se quejó Rony. El Niño y el Picante pararon, se miraron fijos tratando de inhalar y exhalar un poco de aire, el Niño levantó sus cejas y ambos rajaron. El alarido de Rony no los detuvo, quedó relegado por sus pulmones extasiados de cannabis y su estomago pesado por el atracón de aberdinangus a las brasas.
Los policías no le dijeron nada, lo capturaron y zamarrearon golpeándolo en la cabeza, uno de los azules se quedó con él y llamó a un móvil. El vigilante y el otro agente continuaron con la persecución. Desde el suelo, Rony oyó como silbaban en el aire los pertrechos de los 9 milímetros en dirección al río. El cana sonrío y le dijo burlonamente.
-Ya fueron pibe, ¡qué pelotudos que son! debieron haberse entregado sin tirar un corcho.
-Pero, para loco, el caño es de plástico y lo tiramos a la Cañada ¡fijaté, chabón! ¡fijaté! –bramó el medio hermano entre lágrimas y sangre.
Las sirenas del patrullero policial se escucharon más fuerte, sintió que lo patearon otra vez en la cara abriéndole el pómulo derecho. Antes de depositarlo, Do Santo quiso verlo. Observó a Rony unos segundo, volvió la mirada al cabo diciéndole que quería recuperar lo suyo. El cabo asintió con sus ojos, lo subieron y lo llevaron hasta el comedor de la parrilla. El chef afilaba las cuchillas y el vigilador subía el volumen del estéreo tarareando “estoy preso y condenado” de La Mona Jiménez.
Do Santo prendió el fuego y ordenó al chef que trozara primero los miembros y luego el espinazo, terminando por las entrañas. El chiflido seco impactando en la madera de la mesada indicó que la pieza ya estaba lista. Afuera, un mozo pintaba en la pizarra el menú del día “parrillada diente libre 15 cortes por persona, 35 pesos”.

2 comentarios:

Renate Mörder dijo...

Macabro, pero muy bueno!!
Renate

rama dijo...

Gracias Renate por pasar. Saludos.