viernes, 14 de mayo de 2010

Abducidos

Viajábamos por la ruta 38 hacía Capilla del Monte, Alina tenía un chalet cerca del dique el Cajón, frente al cerro Uritorco. La tarde caía en aureolas amarillas con cándidas moralejas de alquitrán que rebotaban en el asfalto y en los cristales de mis gafas ahumadas “Roy Boy”, ya que se las compré a uno de los vendedores ambulantes de la peatonal San Martín con procedencia dudosa.
Conducía el Fiat Duna CS blanco a gas con tranquilidad, cuando de repente la radio comenzó a perder la señal, fue extraño, cambió justo en el momento que el “Turco” Genesir por “Condena 3” denunciaba que diferentes vecinos de Punilla habían detectado una brillante luz psicodélica en el cielo, zigzagueando de derecha a izquierda.
La potencia del estereo subió y sonó “Love to hate you” de Erasure, sorprendido me atraganté con unos palitos de chocolates Terrabusi perdiendo el conocimiento. Al despertar estábamos como en un limbo nebuloso donde cuatro figuras lánguidas con cabezas cónicas se pararon adelante nuestro, se nos cortó la respiración y las cuerdas vocales no encontraron el tono para elaborar una palabra. De repente, los cuatros desenfundaron cuatro abanicos y repiquetearon una coreografía de “Locomia”, el vaivén de los brazos, de la pelvis y de los hombros seguían el ritmo con una exactitud inusual.
Al terminar uno de ellos se nos acercó, con una mueca en lo que parecía su nariz, nos olfateó como un animal en busca de delimitar su territorio. El aroma del perfume que envolvía el cuerpo de Alina, lo intrigaba ó seguramente, lo asqueaba, ya que la fragancia había sido un regalo mío para su cumpleaños comprado en un tugurio de la Galería Norte.
-“Cartolina Yerrera Nº 8”, con esa la matas. -me dijo la vendedora de la perfumería.
El ente se hizo para atrás y murmuró palabras sueltas; “ET teléfono”; “qué la fuerza te acompañe”; “no hay problema”; “nanu-nanu”. Al instante, otros dos especímenes se posicionaron enfrentados y avanzaron un paso tras otro al compás de “pan y queso”, imaginé que era como tirar la moneda para arriba y ver que hacían con nosotros. “Pido gancho”, exclamó el cuarto ser y los otros tres lo miraron.
Un sonido aturdió nuestros oídos y nos desvanecimos nuevamente, recobré el sentido y observé que los limpiaparabrisas estaban funcionando, las luces intermitentes encendidas y el tono de Mario Pereyra puteando al “Turco” Genesir explotaba por los parlantes. Salí aturdido del Duna y me di cuenta que quedamos estacionado a la vera de la ruta debajo del “Zapato” en la entrada de Capilla. Alina, bajó también del auto y preguntó: ¿qué pasó?; no supe que contestarle y la invité a subirse en la roca con forma de mocasín de espalda al Uritorco y ahí, nos sacamos una foto.

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