martes, 4 de mayo de 2010

La colecta

Había encontrado una moneda plateada debajo de las hortensias en el jardín de la casa. En una de las caras se encontraba el rey de los gnomos y en la otra un duende enano irlandés. Los árboles de la calle por las noches silbaban muy fuerte y por lo general traían cosas desopilantes de otros mundos, ó por lo menos eso pensaba Nacho. La oscuridad le producía un terror atroz, siempre comentaba que antes de dormir por la ventana veía un grupo de pajarracos fucsia que revoloteaban la cuadra una y otra vez.
El cielo estaba negro y a punto de caerse por el aguacero que se aproximaba. Cerró las cortinas y tras ellas notó que afuera unos pigmeos corrían por los árboles de enfrente, saltando de rama en rama. Divisó a uno ingresando a la habitación de los padres por el tragaluz contiguo. El espanto lo invadió y se apresuro a esconderse bajo la cama.
Un grito desgarrador provino del cuarto paterno y luego de unos segundos, un sin número de risas macabras entonaban el techo del chalet. Sintió unos pasos que se arrimaban al cuarto. Nacho acurrucado bajo el lecho vio que la puerta se abría y unas botas negras y pequeñas se posaban firmes en el umbral.
Una voz estruendosa ordeno la retirada y recordó que sólo el rey pagaba buen precio por los humanos adultos, la puerta se cerró y escuchó que las botas subían por los escalones hacia el tejado. Nacho respiró aliviado y sacó la cabeza debajo de la catrera, observó una vez más la ventana, los pajarracos fucsia levantaban vuelo y la noche se cerraba hasta la próxima colecta.

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