lunes, 10 de mayo de 2010

Hasta mañana

Cerrás tus ojos ó encontrás algo tranquilo que puedas mirar. Cuidas de estar bien sentado ya que es posible que te quedes dormido por la acumulación de colillas arrugadas en el cenicero. El humo indivisible de brasas apagadas a media, no resta aire, sino que suma melancolía de un pasillo vacío.
Recordás que arriba del aparador barnizado; superhéroes, indios, enanos, extraterrestres y soldados, participaban de una teatralización épica para marcar quién es el patrón del estante. Épocas de antaño donde el vencedor reclamaba el borde y el vencido contra la pared se conformaba con llenarse de tierra.
Ya no es fácil ser niño, tus rodillas están por debajo del nivel de la cintura y el nudo de la corbata te aprieta el pescuezo. La sangre ya no irriga como antes y el corazón bombea cada cinco minutos tambaleando el centro de tu ser. Con tartamudeos de charlas vanas en siestas obligadas, conservas la cordura.
Visualizas un remanso, es tan real como imaginario. Tomás conciencia de que hoy, tampoco te visitarán. La enfermera te lleva al cuarto y otra colilla estalla contra el paredón del geriátrico, te recuesta el cuerpo en la cama acomodándote en posición fetal. Cerrás los ojos nuevamente y el ángel te dice que aún mantenes la luz intacta.

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